domingo 14 2024

 Cuando llevas dos meses en antidepresivos, la vida parece la polla.

No es magia, ni un cuento de hadas. Sólo es un calmante al pánico, un parche al horror. Desconocía que podía sentir así las cosas. Desconocía la presencia, el estar, la pausa de una palabra a otra, el ánimo, la fortaleza para despegar de la cama. 
Mi prima Estefanía lleva 4 años tomando antidepresivos. Me sorprendió mucho porque lo desconocía. Me lo confesó cuando yo se lo confesé. Le dije que mi hermana también había empezado a tomarlas justo ese mismo día. Me miró con preocupación, con unos ojos muy particulares en la familia: una mezcla de susto exacerbado con una sorpresa ridícula. A mi afirmación siempre respondían aquella pregunta tan mezquina e innecesaria "¿Por qué?". Le contesté que si acaso no conocía nuestra vida. Pensé que quizá no la conocía como acababa de darme cuenta de que yo misma no conocía la suya. 
Mi abuela siempre ha tomado antidepresivos. Siempre es una palabra muy grande y larga pero, quiero decir, siempre desde que yo la conozco. Siempre la recuerdo sacar del blíster una pastilla con sus uñas pintadas de rosa y sus anillos llamativos. Desconozco qué idea tenía de la vida. No le gustaba la muerte, eso lo sé por su forma de comportarse. Retaba a la vida pero no para abandonarla sólo porque le causaba cansancio no estar en el lugar adecuado. Cuando se estaba muriendo lo entendí. Aunque su vida fuera ver telenovelas hasta las 2 de la mañana lo prefería a estar muerta. Aunque discutía con mi abuelo y le soltaba improperios, prefería que no se hubiese muerto antes que ella. Mi abuelo habría sobrevivido mejor a la vida sin mi abuela porque mi abuelo si tenía amor por la vida. 
Me pregunto si la madre de mi abuela tomaba antidepresivos. 
Mi tía Fátima me dijo el otro día que a ella le pasaba eso que estaba diciéndole yo, eso de que no segrego serotonina naturalmente. Pensé eres hija de tu madre. 
Hija de mi abuela Pilar. 
No quiero dejar las pastillas. No quiero condenarme a mi cabeza de nuevo. Me da miedo que sólo pueda ser feliz tomando pastillitas durante años, 4 como mi prima sin planes vista de dejarlo, como mi abuela. 
Soy feroz mentalmente y devoradora. Me lo como todo. Me zampo la pena. Sin pastillas, volveré a comérmelo todo. Volveré a devorarlo todo. No quiero ser una animal. Quiero ser más suave. 
No quiero dejar las pastillas. No quiero volver a plantearme la existencia del mundo. No quiero desear la tierra sobre mí. No quiero querer morirme. No me merezco querer morirme. Quiero estar tranquila, así de tranquila.
Soy un monstruo que hasta arriba de pastillas sigue dando riendo suelta a la penuria. Si me quitan las pastillas, voy a incendiar las habitaciones. 
Voy a mearme en las macetas.
Voy a abandonar la belleza
La alegría

Mi terapeuta dice que no tenga miedo. Que eso no me va a pasar. 
Que la mente es acojonante y lo retiene todo. Dice que mi cabeza ha conocido el bienestar y no va a querer soltarlo. No sé si naturalmente puedo generar sensaciones buenas, sensaciones bonitas. Espero que sí. Quiero creer que sí. 
Me gusta el mundo donde habito ahora
Me gusta mi comportamiento
Me gustan más mis gestos
Todo el mundo tiene derecho a vivir la vida dignamente


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